Si algo ha definido
a papá en su vida es la palabra SIEMPRE. Cuando éramos pequeños y en el colegio
se solicitaba a algunos padres a llevarnos a alguna excursión en coche, ahí se
ofrecía papá a llevarnos en su R12 familiar, para gusto nuestro y de todos
nuestros amigos, que flipaban con ir en la parte de detrás liándola…aquí habrá
alguno que lo recordará; si había que limpiar la alberca de la María, en Puerto
Real, donde veraneábamos, ahí que llegaba papá y se ponía a limpiarla con un
ejército de enanos que éramos entonces. También habrá por aquí algunos que lo
recordarán; si llegaba la época de la Renta, ahí que te llamaba mi padre para
recordarte si la habías hecho ya o si necesitabas ayuda (o te la hacía
directamente); cuando te tocaba la ITV te enterabas antes por mi padre que por
la carta de la misma ITV que tenías que pasarla en breve; a la hora de
mudarnos, no sabías cuántos te iban a ayudar a trasladar los bártulos, pero
estabas seguro que al menos uno iba a
estar allí, él, bajando y subiendo cosas cuando sus fuerzas lo permitían, o
cuidando el coche lleno mientras descargábamos cuando sus fuerzas no eran muy
grandes; si pensabas hacer algún viaje, si mentabas la idea de un destino,
aunque no lo tuvieses aún muy claro, al día siguiente te llamaba con un montón
de información de ese lugar y ofreciéndote cualquier ayuda económica que necesitases
para ello. Papá se caracterizó por fomentarnos nuestra actitud viajera, pues
nunca nunca nunca nos dejó de ayudar a la hora de viajar, ya fuese cerca o
lejos, ya fuese a un camping, a un concierto, a Salerno o a Nicaragua. Te podía
poner peros a la hora de comprar cosas, pero nunca a la hora de comprar viajes.
Ahora se dice mucho eso de que vivamos experiencias y nos dejemos de historias
de comprar muchas cosas, pero mi padre lleva diciéndonos y promoviéndonos eso
desde hace cuarenta años. La vida son cosas que pasan, parecía decirnos, no
cosas materiales.
Igual que
para nosotros estuvo SIEMPRE ahí, SIEMPRE que le necesitábamos e incluso un
segundo antes de que lo necesitásemos, también se comportó igual con su familia
grande, con sus hermanos, hermanos políticos y sobrinos. Poníamos en la esquela
que papá fue padre para todo y para todos, pues así seguro que lo reconoce toda
nuestra familia grande, y meto en esa familia grande también a algunos a los
que no nos une el apellido sino las vivencias. SIEMPRE trataba de organizar
encuentros entre nosotros, SIEMPRE aparecía cuando otros familiares tenían
problemas de cualquier tipo para echar una mano a quien lo necesitase, SIEMPRE
disfrutaba estando y teniendo a su familia alrededor. Incluso cuando ya hablar
le costaba.
SIEMPRE, y a
pesar de todas las enfermedades que pasó, y en cualquier estado de salud que se
encontrase, hacía acto de presencia donde se le requiriese. Papá amaba la vida…
y la amaba a pesar de las puñaladitas que ella le puso por el camino. La amaba
intensamente y luchaba contra esas adversidades de manera tozuda y obstinada. Le
hemos visto aparentar que estaba bien en sus momentos más delicados y en
nuestros recuerdos más infantiles cuando llegó, vio y venció al Linfoma de
Hodgkin; le hemos visto sobrellevar las largas jornadas de sus primeras
operaciones de cadera, cuando pasaba semanas e incluso meses enteros ingresado
en habitaciones de tres personas sin poder moverse mientras cicatrizaban las
heridas; le hemos visto cuando aparecieron las primeras toses tratando de
calmarnos a todos asegurándonos que todo estaba bien; le hemos visto cómo a eso
se unía la rotura de costillas casi cada mes que le producían dolores terribles
y despertares imposibles; le hemos visto afrontando con fuerza el susto del
aneurisma, y el otro susto penúltimo en la Clínica de Fátima; le hemos visto
estos últimos meses, estas últimas semanas, cómo enfrentarse a lo inevitable, con
qué entereza…“Mi cuerpo quiere tirar la toalla, pero mi cabeza y mi corazón no lo
permiten…” nos decía cuando veía avecinarse lo que algunos consideran “el
final”…. Siempre pensando antes que en qué era lo mejor para él, qué era lo
mejor para nosotros. “Creo que hemos hecho bien viniendo aquí, ¿no? Así
vosotros tenéis más ayuda”, decía cuando ingresamos en Virgen del Rocío.
Papá nos dio
muchas lecciones en vida. Pero una de las más grandes que nos enseñó fue su
despedida. Saber irse. Saber decir adiós. No lo pudo hacer mejor. Se fue
demasiado pronto, y algo rápido, eso es cierto… pero lo hizo a su manera…
Valiente, sereno, dulce e incluso simpática… la habitación 613 de paliativos,
fue un hervidero de gente las 7 jornadas que papá estuvo allí. Rodeado de
familiares, y amigos. A papá eso le encantaba. Y los muchos que nos
acompañasteis sois testigos de sus jocosos comentarios en medio de cualquier
debate que se abría. Para desesperación de las enfermeras se quitaba su máscara
de oxígeno para dejar claro su punto de vista sobre cualquier tema, logrando
unas carcajadas incomprensibles para los funcionarios sanitarios en las
circunstancias en que nos encontrábamos. “Seguir aquí, no os vayáis todavía”,
creo que ha sido una de las frases más escuchadas en aquella habitación. En
todo momento asido su mano derecha a las manos de mamá (o a sus mejillas) y la
izquierda a la de alguno de sus hermanos o hijos o sobrinos o amigos o amigos
de sus hijos o incluso de alguna enfermera. Se fue luchando, como hizo toda su
vida. Intentando inspirar hasta el último mililitro de oxígeno que sus pulmones
le permitieron hasta el último segundo. No se quería ir. Eso lo dejó bien
claro. No creía que fuera su momento. Y es cierto que no lo era. Se merecía más
viajes, más reuniones familiares, más días de playa, más tardes de nietos, más
discusiones estériles, más noches de reyes, más viernes de dolores, más paseos
con mamá… se merecía hasta más títulos de su Betis… ahora que se había acabado
de jubilar y que hasta le habíamos encontrado un hobby con los crucigramas… con
lo que nos costó buscarle uno… Pero el caso es que, como él nos dijo, su cuerpo
no podía aguantar más…
Le hemos
visto fuerte, positivo, duditativo, y en los últimos momentos le hemos visto de
muchas formas, cuando era consciente de lo inevitable, pero siempre una por
encima de todas: lo hemos visto con coraje. Coraje al soportar lo insoportable,
y otro coraje distinto también, el coraje que le daba irse. Hemos visto en esos
ojos y en esa expresión carente de oxígeno y falta de fuerzas sus ganas enormes
de quedarse, de no irse. Cada vez que miraba a mamá o nos miraba a nosotros, cuando nos agarraba la mano
diciéndonos tanto, o cada vez que aparecía una visita inesperada, parecía como
si fuese consciente que alguien le estaba cerrando una puerta, y él no quería,
trataba con todas sus ya pocas fuerzas de mantenerla abierta y se derrumbaba al
comprobar que no podía con ella. No quería irse porque dejaba de ser SIEMPRE, y
él no quería dejar de ser SIEMPRE. No quería irse porque lo que él quería era
seguir con su Mamecita, con sus hijos y nietos y con su familia. Quería seguir
siendo FAMILIA.
Y es que eso
es lo que nos ha enseñado papá. Papá es la definición más completa de FAMILIA
que hemos encontrado nunca. Para él lo primero SIEMPRE fuimos nosotros. Para él
la enfermedad era una situación con la que convivir y que no podía, hasta que
no tuvo más remedio, condicionar su vida. Para él conocer el mundo y vivir
experiencias era requisito indispensable para entender la vida. Papá nos enseñó
cómo querer a una Familia, cómo enfrentarse a la Enfermedad y cómo distraerse
con los Viajes.
Nosotros te
seguiremos sintiendo en tu sillón azul del salón, de espaldas al balcón. En ese
sillón por el que ya tus nietos hacen turnos para sentarse. Te seguiremos
sintiendo porque dejaste mucho tuyo en muchos de nosotros …
La principal
preocupación de papá, por no decir la única, y que nos repetía una y otra vez a
sus hijos en estos últimos días, era por Mamá… No te preocupes, papá, que queda
en buenas manos… que gracias a ti, a ella, a Dios, a la suerte o al destino,
formasteis una familia en la que, cual mosqueteros, somos “todos para uno, y
uno para todos”.
Ahora miramos
esta iglesia repleta de gente, y lo agradecemos enormemente pues sólo podemos
imaginar que a mi padre le habría encantado estar aquí, le habría gustado coincidir
en el mismo lugar y momento con su Mamecita, con sus hijos y nietos, con sus
hermanos, sobrinos, amigos y amigos de sus hijos. Con todos vosotros que habéis
venido y que nos habéis demostrado estos días cuánto le apreciabais.
Le habría
encantado estar aquí y simplemente disfrutar del momento. A nosotros también
nos habría encantado.
PAPI POR SIEMPRE SERÁS NUESTRO HÉROE.
Muchas
gracias a todos por venir, por estar…
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