Este vídeo dedicado a Tere Parody, una mujer que ha sabido vivir sus setenta años con una energía y una dignidad envidiable...
Este es el de los agradecimientos que le hicieron llegar sus amigos, su familia... posiblemente no estén todos...
Y uno último dedicado en exclusiva a Jero y su Tour por Teodosio, al que Pepa puso a trabajar para la causa, entendió que 2 minutos eran 2 horas
ESA NIÑA
Esta es la historia de una niñita que nació, hace ya un buen puñado de años, en el Distrito de San Vicente del Registro Civil de Sevilla, y que quedó inscrita en el tomo 196 con el nombre de MARIA TERESA PARODY RUIZ-BERDEJO como nacida el día 12 de Abril de 1947 cuarta de los hijos del matrimonio formado por JOSE LUIS PARODY GIMÉNEZ y LOLI RUIZ-BERDEJO SILÓNIZ y más tarde ampliada por otros tres hijos más.
A pesar de los datos anteriores, su cumpleaños se celebró siempre el 14 de Abril de cada año, hasta que en 1968, año de su casamiento, salieron sus papeles registrales a la luz, en los que constaba el 12 de Abril. Posiblemente a su padre no le debió hacer mucha gracia que una hija suya apareciera en el Registro Civil con fecha de nacimiento coincidente con la proclamación de la Segunda República, y consiguió inscribirla dos días antes.
Sus padrinos fueron Blas Enrique Giménez y su mujer María Teresa que fueron quienes impusieron el nombre de María Teresa en lugar de María Dolores como en principio estaba previsto y que era lo normal por aquellos tiempos: primero los nombres de los abuelos (Ricardo y Carmen), que se le puso a su hermana mayor, y luego el de los padres (José Luis y Dolores).
O sea que ni aquella niña debió nacer el 12 de abril, sino el 14, ni debió llamarse Tere sino Loli. Pero así son las pequeñas historias.
Dicho lo anterior, Tere formó en su infancia un “perfecto tándem” con su hermana Nena que encontró en ella su compañera de “habitación de las niñas” contigua a la de los cinco hermanos restantes, en la segunda planta de la vivienda familiar de la calle Teodosio.
Ya desde muy pequeñita la BONHOMIA (término que según el diccionario significa afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento) empezaba a DESTACAR entre las muchas cualidades de TERE.
ESOS TIEMPOS
Luego vinieron esos tiempos, los de la juventud, el despertar, los amigos eternos… Tere, al igual que su hermana Nena, entró en el Colegio de las Esclavas de la calle Jesús donde cursó sus estudios durante nueve años. Esto es: desde los seis años a los catorce, edad en la que finalizó el Bachillerato en su grado Elemental, no continuando en el grado Superior toda vez que, también desde pequeña “veía” que los estudios superiores no eran para ella.
Sin duda fueron años felices, y algunas de aquellas amistades, forjadas en el contexto de un colegio, en unos tiempos sin duda difíciles, resistieron el paso de los años. Conservar amigas de la infancia no es nada fácil.
En este punto y a la vista de que los estudios y libros de bachiller de entonces no eran muy de su agrado, Don José, su padre “entendió” que las cosas de casa le gustaban bastante más y podría colaborar con su madre en la llevanza de la misma lo que así hizo desde entonces y hasta que se casó a los veintiún años en Septiembre de 1968.
Así que tenemos a una niña, ya no tan niña, pasando muchas horas en la casa familiar, acompañando a su madre, Loli, en las tareas del hogar, aprendiendo a ser lo que en aquello tiempos todos esperaban de una mujer: esposa, ama de casa, cocinera… Y a pesar de la imposición de los tiempos en los que le tocó vivir, aquella chiquita consiguió hacer virtud de todo aquello…
ESA PAREJA
En algún momento de la historia de esa niña un hombre alto y espigado se cruzó en su camino. Empezó entonces una historia que no vamos a contar aquí, porque no es el momento ni el lugar, y porque nos ocuparía más tiempo del que tenemos. Gonzalo Revilla y Teresa Parody iniciaron un noviazgo de los de antes: largos y castos, esos noviazgos de besos fugaces y carabinas, de ajuares y pedidas de mano, de formalismos y pasiones reprimidas.
Aquellos dos muchachitos enamorados fueron construyendo un nuevo proyecto, soñando, haciendo planes. Todo ello en una pandilla sevillana que mezcló el centro y el barrio de Heliopolis, de donde procedía Gonzalo. Una pandilla que también ha resistido muy bien el paso de los años, y que han seguido presentes en la vida de la pareja.
Esa etapa terminó con la boda, en 1968, momento en el que se trasladan a vivir a Huelva, lugar en el que Gonzalo había encontrado trabajo, en el polo industrial que el mismo Franco inauguró en 1967, una apuesta industrial que terminó configurando la ciudad. Una de las posibilidades que no se concretó fue la de trasladarse a La Rábida, donde se ofrecía vivienda a los empleados de la refinería de Riogulf, pero Tere se negó tajantemente a trasladarse allí. Cuando Tere se pone tajante resulta complicado contradecirla, así que terminaron comprando un piso en Federico Molina, que sería en adelante su residencia habitual.
Los primeros tiempos fueron difíciles para aquella niñita procedente del centro de Sevilla, a la que aquella ciudad, pequeña y poco desarrollada por entonces, se le hacía muy cuesta arriba, lo que hacía que en muchas ocasiones la pareja volviera a Sevilla aprovechando cualquier oportunidad.
No podemos hablar mucho de su vida en pareja, porque aquella casa pronto se empezó a llenar de niños, hasta conformar una pequeña multitud...
ESOS HIJOS
Como hemos dicho luego vino una etapa llena de niños, hasta seis. Ambos procedían de familias numerosas, y además los tiempos invitaban a las familias amplias, así que aquella pareja tardó muy poco en completar todas las páginas de libro de familia.
Claro que Tere no podía imaginarse lo que iba a cambiar su vida, y es que uno de los niños, el cuarto, llegó para darle la vuelta a todo, y centrifugar todas las energías que tenía y alguna más que no tenía. El reto no fue atender a un niño con muchas necesidades, sino conseguir que el resto de la tropa apenas notara aquella dedicación constante, los desvelos, los tiempos de hospital, la travesía que supone cualquier enfermedad degenerativa…
Durante muchos años Tere fue madre, con mayúsculas. Se sacó el carnet de conducir, algo no muy habitual aún en aquella época, y fue empujando aquella familia con la ayuda de un marido que trabajaba a turnos, que lo mismo salía de casa a las 6 de la mañana que lo hacía a las 10 de la noche, fines de semana incluidos, así que malabarismos es un término que define muy bien lo que aquella mujer enérgica hizo en esa época de crianza.
No le fue del todo mal: aquella panda de cafres, y aquella niñita que terminó llegando casi la última, salieron adelante. Y aunque Ignacio, su nachete, decidiera marcharse antes de la cuenta, en general se puede decir que logró montar una familia medianamente sana.
Un detalle que nos dice hasta que punto aquella sevillana seguía añorando su tierra es que todos los partos, exceptuando el último, que se adelantó, fueron en Sevilla. Su raíces nunca dejaron de tirar de ella.
ESOS COLORES
Y así, Tere, aquella niñita convertida en mujer, en madre, en esposa, empezó a colocar en sus álbunes, a los que dedicaba mucho tiempo, fotos en color. Y es que la vida también iba adoptando nuevos tonos, más luminosos, más sólidos.
De la pandilla de Sevilla saltamos a la pandilla de Huelva, porque Tere siempre consiguió rodearse de muy buena gente. Y así fueron pasando muchas tardes de playa, de dominó, de cartas, de risas, con amigos que también amontonaban muchos niños, y que convertían cada encuentro en un campamento. La Rábida en aquellos primeros tiempos, Mazagón después, Punta Umbría en la última etapa, han sido los lugares por los que aquella pandilla se ha ido desplazando.
Posiblemente haya sido esa pandilla de incondicionales, con su vecina Chiqui ocupando un puesto privilegiado, la que he hecho que esa sevillana obstinada terminará sintiendo a Huelva como su casa, y fuera olvidando, de alguna manera, la tierra que la vio nacer. Tal vez un día esa pandilla quiera hacer recuento de lo mucho que han compartido, de todos los fines de semana, los viajes, los veranos, de todo lo que han vivido juntos. Necesitarán una memoria bien grande para guardar todo eso…
Pero sus hermanos seguían por Sevilla, así que las visitas nunca cesaron: en Navidad, de forma casi obligada, pero también en Feria, Semana Santa o cualquier cumpleaños o evento que sirviera para juntar a la familia de origen, una familia que Tere siguió cuidando y añorando, de la que hablaba con verdadera devoción...
ESA VIDA
Y así, con sus risas y sus lágrimas, sus tristezas y sus alegrías, la vida fue pasando y cuajando a su alrededor: se le fue marchando poco a poco de casa aquella prole, aunque nunca consiguió echarlos del todo, por más que les puso en la puerta de la calle hasta el último calcetín; fueron llegando varias nietas y un nieto, con los que ejerció de abuela perfecta; llegaron también algunos achaques, la vista, los huesos, achaques con los que luchaba con esa coquetería tan suya; dejó de poner fotos en los álbunes porque ni tenía tiempo para dedicar a eso ni ya se hacían fotos, mucho menos a ella, que se ve con muchas arrugas; siguió cuidando a los suyos, haciendo pandilla cada vez que el cuerpo y los achaques de unos y otros lo permitían, disfrutando de una vida a la que cada vez resultaba más difícil arrancarle momentos de dicha más o menos duraderos…
Y así hasta los setenta, uno detrás de otro, ininterrumpidamente, porque sólo se puede vivir ininterrumpidamente, y esa chiquita sevillana es hoy una mujer con alguna que otra arruga, y sigue viviendo en la misma casa, con el mismo marido, sigue quedando con la misma pandilla de siempre, regando macetas como si quisiera repoblar el amazona, cocinando como si aún vivieran ocho en su casa, luchando como si tuviera quince años y la vida acabara de comenzar. Porque los setenta son un punto de llegada, pero también de partida: la vida seguirá trayendo momentos, algunos lindos (reencuentros, besos, reuniones familiares, paseos por la orilla del mar, recuerdos, ilusiones…) y otros menos (despedidas, cansancio, otros recuerdos…).
La vida es así: se sigue escribiendo, queramos o no, nos guste más o menos, sigue adelante con o sin nuestro permiso, y más nos vale aceptar las reglas del juego y aprovechar cada tirada. Tere Parody Ruiz Berdejo ha sabido hacerlo, descubrió que quejarse servía de poco y se puso manos a la obra. Esto no es más que un pequeño homenaje a una mujer que ha vivido y vive intensamente. Nuestra más sincera enhorabuena.
DE TODA TU GENTE
… y en todos esos años,
con sus días y sus noches,
los que estamos aquí,
y otros que no están
pero te quieren igual o más,
te seguiremos viendo vivir,
y nos dejaremos cuidar
y te cuidaremos,
compartiremos unos vinos
y disfrutaremos de tu cocina,
te veremos de cerca
y te achucharemos,
y nos comunicaremos contigo
por wasap, por correo, por teléfono…
como sea...
Porque mientras esto siga,
mientras abras esos ojos cada mañana tempranito,
como los abriste hace setenta años por primera vez,
nos vas a tener a tu lado,
vamos a estar contigo,
o más bien con vosotros,
pues si siempre estuviste tan unida
a tu compañero de vida y de alma,
ahora ya no te separas nunca de él,
apenas un ratito, para un pacá y un pallá,
mientras le ayudas en la pelea,
impresionante,
que los dos hacéis cada día,
mostrando y demostrándonos
con tu carácter irreductible,
que solo una mujer tan decidida y luchadora como tú
puede sacar fuerzas de no sé sabe dónde,
yendo cada vez un poco más allá
de lo que nadie te exige,
solo una mujer como tú
puede hacer las cosas
como quien no las hace,
solo una mujer como tú
puede con todo y puede tantas veces.
Solo una mujer como tú...
domingo, 7 de mayo de 2017
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